Una de las ventajas más interesantes que sin duda ofrece Internet y con ella la edición de blogs, páginas web, redes sociales, etc. etc., etc., es como poco, la de conceder a todos aquellos que la utilizan, la posibilidad de editar de forma inmediata, continua y casi infinita, cualquier tipo de producción que haya salido de sus cerebros. El resultado de todo ello es un producto que a diferencia de lo que venía ocurriendo en el pasado, nunca, jamás y bajo ningun pretexto, dejará de crecer, cambiar y adaptarse a las circunstancias en las cuales por fuerza deba desarrollarse, hecho que nos hace pensar a su vez en la mismísima vida y existencia de las cosas que -para que nos entendamos- esta vez sí son cien por cien "reales".

Este blog de lo que trata por tanto es de aprovechar esos "vericuetos" virtuales, y a partir de ahí equiparar la literatura (en otro lugar pasará lo mismo con la música) a un estado muy próximo a la existencia. A un estado en el cual "como en la vida misma", las cosas puede que un día sean fantásticas y al siguiente no valgan absolutamente nada, pero lo que no pasará nunca es que continuen siendo perezosamente iguales a como lo habían sido siempre. Porque, ¿alguien ha tenido alguna vez el placer de conocer a alguna persona que estuviese totalmente finalizada? O más aún: ¿alguien puede precisar el día y la hora en que tal o cual sentimiento se extinguió para siempre?



sábado, 3 de diciembre de 2011

Podría ser yo

Y Crísipo leyó en voz alta «No pueden penetrar dentro de ti. Si puedes sentir que tiene valor continuar siendo humanos, incluso cuando no conduce a ningún resultado, entonces los has derrotado».

Una vez Crísipo hubo acabado de leer aquel breve fragmento cerró el libro y se quedó en silencio. Fuera y satisfecho de ver que no era el único. Que a pesar de todo no estaba solo en el mundo tal y como había llegado a creer en infinidad de ocasiones.

Allí, sentado sobre una silla desconchada a causa de la humedad y las frías noches de invierno. A causa de la soledad, el olvido, el viento y el salitre de un mar que de haber tenido ojos hubiesen sido negros como dos grandes bolsas de basura.

Sobre un manto de piedras grises, verdes, azules y rojas. Encima del jardín del cottage en el que vivía.

En Irlanda...

Justo frente al mar y cobijado por las verdes montañas que se alzaban como fondos submarinos en un mar que ya no era mar sino cielo...

Muy cerca de la convulsa y patética ciudad de Dublín donde hacía veinticuatros años había nacido...

Allá por el año de Nuestro Señor de 1983...

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