Una de las ventajas más interesantes que sin duda ofrece Internet y con ella la edición de blogs, páginas web, redes sociales, etc. etc., etc., es como poco, la de conceder a todos aquellos que la utilizan, la posibilidad de editar de forma inmediata, continua y casi infinita, cualquier tipo de producción que haya salido de sus cerebros. El resultado de todo ello es un producto que a diferencia de lo que venía ocurriendo en el pasado, nunca, jamás y bajo ningun pretexto, dejará de crecer, cambiar y adaptarse a las circunstancias en las cuales por fuerza deba desarrollarse, hecho que nos hace pensar a su vez en la mismísima vida y existencia de las cosas que -para que nos entendamos- esta vez sí son cien por cien "reales".

Este blog de lo que trata por tanto es de aprovechar esos "vericuetos" virtuales, y a partir de ahí equiparar la literatura (en otro lugar pasará lo mismo con la música) a un estado muy próximo a la existencia. A un estado en el cual "como en la vida misma", las cosas puede que un día sean fantásticas y al siguiente no valgan absolutamente nada, pero lo que no pasará nunca es que continuen siendo perezosamente iguales a como lo habían sido siempre. Porque, ¿alguien ha tenido alguna vez el placer de conocer a alguna persona que estuviese totalmente finalizada? O más aún: ¿alguien puede precisar el día y la hora en que tal o cual sentimiento se extinguió para siempre?



domingo, 7 de agosto de 2011

El crimen perfecto (III)

El pueblo de Darkaar es un pequeño lugar enclavado en las montañas del sur del país al que difícilmente se llega por casualidad. Todo lo contrario. Para llegar hasta él hay que tomar previamente una cantidad insoportable de carreteras secundarias, caminos intransitables, etc, etc, y de ahí que sea tan difícil dejarse ver por alguna de sus tres callejuelas. Cuatro, si se cuenta como calle el viejo sendero que conduce a la casa del viejo Manuel. Además, por si todo esto no fuera ya de por sí suficiente motivo de renuncia para cualquiera que tenga pensado dirigirse a Darkaar, también es obligatorio superar con éxito innumerables cruces decisivos (todos ellos muy confusos e incluso la mayoría de ellos sin señalizar) cosa que no hace sino que sembrar aún más de dudas el dichoso recorrido. Resumiendo: si uno coge su coche desde cualquier punto del país -eso da igual- y una vez ya puesto en marcha se deja llevar por lo misterioso del camino, pues bien, quizá el último lugar del mundo al que llegaría sería al maldito y casi imaginario pueblo de Darkaar, de lo que se desprende a su vez, que llegar hasta Darkaar es más difícil que ganar a la lotería de navidad.

Y sin embargo eran sólo las siete de la tarde cuando Giselle puso sus pies sobre él. Cinco horas de viaje y ¡zas!. Ya lo había conseguido ¿Un milagro? En absoluto. De niña había pasado largas temporadas allí.

¿Pero y qué hay del destino? ¿Qué pasa con él nos podríamos llegar a preguntar? ¿Cómo escapa uno de lo que se supone que haga lo que haga le va a suceder? ¿Dicen que dos más dos son cuatro no? Entonces, ¿cómo hacerlo para que el resultado y aunque sólo sea por una vez resulte diferente, es decir, sea por decir algo cinco o seis, da igual? ¿Es suficiente con desaparecer por una temporada y esconderse en un pueblo para dejarlo a un lado y comenzar a escribir otro nuevo, más acorde con lo que nosotros esperamos de Él? Y aún más ¿Podría ser posible entonces que fuese así de fácil manipular las cosas y huir de esa especie de determinismo perfecto, esto es, de todo aquello que se espera nos vaya a suceder? ¿Y de ser así, qué pasaba entonces con la máquina? ¿No habría vaticinado también ella todos y cada uno de esos movimientos posteriores al diagnóstico, a la huída en la que ahora se había abocado Giselle y que desde luego también habría previsto la dichosa máquina? ¿Tan estúpida iba a ser? ¡No, desde luego que no! Pero en cualquier caso Giselle no pensaba quedarse cruzada de brazos a la espera de acontecimientos. Todo lo contrario. Si alguien estaba dispuesto a dar un primer paso en pos del enemigo, esa era precisamente Giselle.

En efecto. Tan pronto como Giselle pone sus pies sobre Darkaar diseña un plan el primer punto del cual es el de darse a conocer a fin de evitar las siempre molestas preguntas. Lo consigue. Para ello utiliza como medio tanto su indudable belleza, como su simpatía, así como el prestigio del cual ha gozado siempre su familia y en especial el de su abuelo materno (hombre que gracias a su generosidad e inteligencia evitó muchísimas muertes en la gran guerra y en particular cuando el enemigo entró en plan aspirador en la provincia) para a partir de ahí irlos aleccionando uno a uno a fin de evitar que su presencia en un pueblo tan pequeño se convierta en un acontecimiento social. Lo vuelve a conseguir. En este caso sin embargo el camino escogido no ha sido el de utilizar sus virtudes y posición social para crearse una opinión favorable que después pueda utilizar en función de sus intereses, sino que en esta ocasión se ha decantado por la elaboración de una red de mentiras las cuales le deberían permitir justificar su actual situación:

- Mentira nº 1: Se ha divorciado de su marido como consecuencia de los malos tratos a los que éste la sometía y la seguiría sometiendo de conocer su paradero.
- Mentira nº 2: Busca tranquilidad y aislamiento absoluto hasta que por fin recupere la normalidad tanto tiempo perdida.
- Mentira nº 3: Su objetivo es escribir una pequeña novela histórica sobre la influencia de su familia en la comarca y viceversa.

Sea como sea Giselle se sale una vez más con la suya. La explicación para este nuevo éxito es que la gente del pueblo, en su mayoría ancianos, siente una gran compasión por su nueva y bellísima hija adoptiva, hecho al que habría que añadir la deuda histórica que el pueblo cree tener contraída con la familia de Giselle. La amenaza exterior por tanto se disuelve. Según el plan diseñado por Giselle ahora y una vez interrumpidas las comunicaciones exteriores, se trataría de afianzar su seguridad a “nivel interno”, y eso es precisamente lo que hace. Afianzar su seguridad a “nivel interno”. Punto número dos: averiguar por todos los medios posibles qué habitantes del pueblo son potencialmente peligrosos y cuáles no. A este respecto Giselle indaga. Pregunta. Espía, etc, etc, etc.

Una vez asegurada su seguridad a nivel local Giselle concentra todas sus energías en intentar evitar cualquier tipo de accidente. Partiendo de tales premisas Giselle vende su flamante todo terreno. De hecho el trabajo en el campo los convierte en herramientas muy útiles para cualquier tipo de tarea y de ello se aprovecha Giselle para sacar un buen dinero por él. Se compra a fin de protegerse, un cachorro de pastor alemán. Deja de fumar. Comienza a comprar comida de la mejor calidad e incluso se construye un pequeño huertecito en la parte posterior de la casa en el que planta algunas hortalizas tales como tomates, pimientos, cebollas, patatas, etc., etc., así como algunos árboles frutales que si todo va bien, para la primavera siguiente ya estarán dando sus saludables frutos. Del mismo modo Giselle construye también un pequeño corral en el cual poco a poco irá introduciendo algunos animales de granja tales como gallinas, conejos, palomas, etc., etc. Todas las tardes sin excepción Giselle corre de cuarenta a cuarenta y cinco minutos con frenética intensidad.