Una de las ventajas más interesantes que sin duda ofrece Internet y con ella la edición de blogs, páginas web, redes sociales, etc. etc., etc., es como poco, la de conceder a todos aquellos que la utilizan, la posibilidad de editar de forma inmediata, continua y casi infinita, cualquier tipo de producción que haya salido de sus cerebros. El resultado de todo ello es un producto que a diferencia de lo que venía ocurriendo en el pasado, nunca, jamás y bajo ningun pretexto, dejará de crecer, cambiar y adaptarse a las circunstancias en las cuales por fuerza deba desarrollarse, hecho que nos hace pensar a su vez en la mismísima vida y existencia de las cosas que -para que nos entendamos- esta vez sí son cien por cien "reales".
Este blog de lo que trata por tanto es de aprovechar esos "vericuetos" virtuales, y a partir de ahí equiparar la literatura (en otro lugar pasará lo mismo con la música) a un estado muy próximo a la existencia. A un estado en el cual "como en la vida misma", las cosas puede que un día sean fantásticas y al siguiente no valgan absolutamente nada, pero lo que no pasará nunca es que continuen siendo perezosamente iguales a como lo habían sido siempre. Porque, ¿alguien ha tenido alguna vez el placer de conocer a alguna persona que estuviese totalmente finalizada? O más aún: ¿alguien puede precisar el día y la hora en que tal o cual sentimiento se extinguió para siempre?
miércoles, 5 de mayo de 2010
El secreto de Galdós: una investigación criminal
Por ejemplo, así a voz de pronto se me ocurre que podríamos sustituir el trasfondo histórico de la obra por otro del siglo XV, XVI, o XVII por poner un ejemplo cualquiera (eso da absolutamente igual) y no pasaría nada a no ser que nos molestase sobremanera la idea de situar tanto a Amparo así como al resto de los personajes que la acompañan, en un contexto histórico distinto al que por «naturaleza» a nosotros nos consta que les corresponde. Ahora bien, pero por lo que a las repercusiones emocionales que la obra pueda causar en el corazón de sus lectores se refiere, nada de nada. Es decir, que no se produce ni un solo cambio que permita modificar de forma significativa el argumento mismo de la obra. Pero en cambio y si por el contrario tomamos la opción opuesta y suprimimos de la trama la cuestión del «secreto» así como las múltiples conexiones que éste haya podido establecer con respecto a algunos otros temas tan importantes como lo pudieran ser el amor, el denominado conflicto burgués, etc, etc, etc, observaríamos sin demasiada dificultad como todos y cada uno de los personajes perderían su verdadera razón de ser. El motivo para el cual fueron creados. Es decir, todo, sin excepción, se desinflaría como un globo al que alguien le hubiese acercado demasiado un alfiler.
Ahora bien, ¿cómo lo que en principio no es más que una cuestión de tipo argumental se convierte en la esfera central alrededor de la cual gravita como una galaxia gran parte de la obra? ¿o cómo es posible que lo que en principio no era más que una particularidad como lo pudiera haber sido otra cualquiera, se convierta en un elemento absolutamente imprescindible, pues de lo contrario, es decir, de no producirse, todo lo demás acabaría perdiendo su sentido? La respuesta es en cierto sentido bastante sencilla lo cual no quiere decir de ningún modo que no puedan existir muchas más: pues porque del mismo modo que cuando nos comemos un roscón de navidad no preguntamos cómo demonios un caramelo con su envoltura incluida ha llegado sin agujerear la superficie hasta el interior mismo del roscón (o sí), pues bien, tampoco cuando leemos una obra del tipo de «Tormento» parece muy recomendable preguntarse cómo es posible que el secreto, de nuevo el dichoso secreto, se esconda detrás de todas las cosas y no se presienta salvo cuando alguien hace una referencia más o menos indirecta a él. La respuesta es por tanto, que Galdós y como buen artesano que es, “introduce” en primer lugar el secreto (su contenido en cambio será relativamente intrascendente ya que al fin y al cabo éste jamás se desvelará por completo) y a continuación va introduciendo de forma más o menos planificada todo lo demás: la disposición de los personajes, su carácter, su perfil físico y emocional, el trasfondo político, económico y social, etc, etc, etc.
¿Pero «por qué» podría ser la siguiente pregunta? ¿o de dónde surge esa necesidad al parecer innegociable de situar el secreto en una posición tan preponderante con respecto a todo lo demás, pero al mismo tiempo, tan oculta, tan silenciosa, tan aparentemente intrascendente? .
Las líneas de investigación son en este sentido esencialmente dos: a) para generar allí hasta donde sea posible una incertidumbre y una tensión que a la postre serán los dos instrumentos principales mediante los cuales al autor suba o baje el nivel de tortura que quiere ejercer despiadadamente sobre el lector (en este sentido adviértase que lo interesante desde el punto de vista del “que lee” no es descubrir el contenido exacto del secreto sino más bien si finalmente la protagonista conseguirá mantenerlo oculto hasta el final), y sobre todo, b) para tener un pretexto más o menos lícito que autorice de forma incuestionable el acceso directo del autor al interior mismo de la mente de sus propios personajes. Ahora bien, también aquí surgen nuevas preguntas muy a tener en cuenta si de verdad pretendemos comprender con la mayor precisión posible el uso que Galdós hace del recurso del secreto, porque ¿para qué debería necesitar el propio autor de la obra una justificación más o menos lícita que permitiese su acceso al interior de los personajes? ¿es que acaso no lo podría hacer directamente? ¿al fin y al cabo él es el autor, él, por decirlo de forma clara y sencilla, es quien decide qué va a pasar y qué no? Así qué ¿por qué debería tener un motivo?.
Si dejamos para otra ocasión la cuestión de la incertidumbre y la tensión que provoca sobre el lector el hecho de no conocer en absoluto el secreto de Amparo a lo largo de toda la obra, y por el contrario, nos centramos única y exclusivamente en las causas por las cuales el autor parece necesitar del secreto como vía de acceso al interior de los personajes, no tardaremos demasiado en comprender como el secreto, es en realidad, el único medio válido que permite al autor de una sola tacada, observar zonas del interior de los personajes que de ningún otro modo podría observar. Es decir, que no se trataría tanto de observar el secreto en sí pues al fin y al cabo éste tiene muy poco valor ya que todo el mundo a excepción del propio lector lo conoce perfectamente (en este sentido es muy curioso observar el acierto con que el propio Galdós administra la información relativa al secreto de tal modo que cada vez que considera que la tensión se puede ver afectada incrementa su presencia y viceversa), sino que más bien se trataría de observar con el máximo detalle posible, todas esas zonas en principio poco importantes o incluso en cierto modo secundarias del paisaje psíquico de los personajes, y a las cuales jamás habríamos podido tener acceso de no ser por el pretexto que supone «entrar» por otros motivos.
¿Pero y qué conseguimos con ello? nos podríamos preguntar ahora ¿o qué conseguimos con el hecho de acceder por medio del secreto al interior mismo de los personajes? ¿o cuál es la diferencia principal entre acceder a la psique del personaje por medio de un secreto o hacerlo por otros medios? o aún más ¿cuál es la diferencia principal entre aquellos personajes en los cuales no se ha producido la debida introspección con respecto a aquellos otros en los cuales muy por el contrario, sí se ha producido ese tipo de introspección cuyo nivel de profundidad psicológica únicamente es alcanzable por medio de la intervención de un secreto? .
Justamente. El secreto y especialmente como consecuencia de su propia naturaleza inconfesable, obliga a aquel que lo esconde y sea cual sea el motivo que lo haya impulsado a ello (otro tema interesantísimo con respecto al «Tormento» de Galdós consistiría en especular sobre las posibles causas por las cuales Amparo es sistemáticamente incapaz de desvelar su secreto), a hundirlo dentro de su propio ser, pues sólo así estará en disposición de mantenerlo relativamente a salvo. Ahora bien, si el secreto tal y como sería lógico suponer es muy conveniente que se esconda en lo más profundo de la mente de los personajes pues sólo así estará en disposición de mantenerse oculto, es lógico pensar también que si conseguimos llegar hasta esa profundidad, es decir, si efectivamente llegamos a tener acceso a esa zona la cual en términos policiales recibiría sin duda el nombre de «restringida», podamos por un simple cuestión de proximidad, de profundidad, conocer igualmente algunos de los rasgos o aspectos más inconfesables de cada uno de los personajes.
Efectivamente, la clave de la precisión psicológica de la mayoría de los personajes de Tormento se encuentra en su casi monstruosa capacidad de observar a los personajes desde lo más profundo y oscuro de su ser, o dicho con otras palabras: en despojarlos precisamente de la posibilidad de albergar cualquier tipo de secreto al margen del que él les permita tener. A efectos prácticos este recurso se traduciría por consiguiente en algo así como si el propio Galdós hubiese tenido el permiso del propio Dios creador, para instalar un micrófono y una cámara en el interior del alma de los personajes (hecho que a su vez podría tener su origen en una especie de voyerismo), de tal modo que poner voz e imagen incluso a aquellos pensamientos que ni siquiera los propios personajes se atreven a tener, se habría convertido en una tarea relativamente sencilla de llevar a cabo para él. El inconsciente, en definitiva, al servicio mismo de la caracterización de los personajes como ni el mejor equipo de maquillaje del mundo lo habría podido hacer. Así pues y ya para concluir, podríamos decir que la introducción del secreto en la trama e independientemente de cual sea el contenido de ese secreto (pues eso, como ya hemos visto, da en cierto modo igual), nos habría permitido comprender con absoluta certeza y matemática precisión, cada uno de los sentimientos que acongojan y hacen sufrir a todos los personajes, de tal modo que, y e aquí una cuestión fundamental, permita al autor de la obra comprender la realidad desde varios puntos de vista posibles como puntos de vista sea capaz de organizar.